Gema, una habanera de 65 años, recibió en 2013 la noticia de que su cáncer de hígado se encontraba en un estado bastante avanzado. En un rápido deterioro físico, se aferró a la recomendación de un vecino de buscar veneno de escorpión azul porque el producto “puede retardar la progresión del cáncer”. En un frasco pequeño y con un gotero, la mujer recibió unos milímetros de líquido que debía mezclar con mucha agua y consumir a diario. A medida que el veneno en la olla disminuyó, hizo nuevos contactos para comprar la “fórmula milagrosa”.

Sin etiqueta, sin fecha de caducidad y vendido en mercados informales, la autenticidad y eficacia del producto se basaban en la fe. “La persona que me lo vende lo saca de un laboratorio, el ‘arbusto’ donde descubrieron todas sus propiedades”, aseguró a unos amigos que un día se interesaron por el veneno. Cientos de pesos después y muchos vasos con sus respectivas gotas mezcladas, murió. Todavía tenía dos botellas de veneno de escorpión que su sobrino había vendido a otro paciente interesado para que las usara. Un par de botellas de color ámbar, sin etiqueta, rodeadas de promesas de mejora y restauración.

En 2011, la estatal Labiofam introdujo Vidatox, cuyo ingrediente activo era el veneno del escorpión azul cubano. (Rhopalurus junceus) y para lo cual cita “eficacia antitumoral, analgésica y antiinflamatoria demostrada”. El investigador encargado de explicar el producto -y su autor intelectual- fue el joven microbiólogo Alexis Díaz, quien luego informó que ya había clientes en España, Italia, Albania y varios países de América Latina deseosos de probarlo.

En pocos años, la droga se había vuelto tan famosa en todo el mundo que algunos clientes y familiares de pacientes fallecidos comenzaron a llamarla “agua cubana”.

Sin embargo, Vidatox no fue la gallina de los huevos de oro que La Habana esperaba –aunque cientos de pacientes lo compraron y pagaron generosamente por meses de tratamiento en Cuba– y pronto los oncólogos internacionales comenzaron a advertir a los pacientes sobre los peligros. En pocos años, la droga se había vuelto tan famosa en todo el mundo que algunos clientes y familiares de pacientes fallecidos comenzaron a llamarla “agua cubana”. Para mantener un perfil bajo, Labiofam comenzó a etiquetar Vidatox como un producto homeopático (una pseudoterapia basada en una solución de agua y alcohol).

En una maniobra acrobática sin precedentes de la salud pública cubana, el equipo que desarrolló Vidatox -incluido Dodge- quemó los barcos y formó un nuevo grupo de investigación de carácter internacional, Lifescozul, que pretendía vender “la formulación más avanzada de veneno de abeja”. Azul” -Eskozul- y no deja de criticar duramente a Vidatox.

Vidatox, insisten, está fabricado por Labiopham, empresa especializada en “productos de uso veterinario” y no contiene “una sola molécula de veneno de escorpión azul”. Pero la cuestión no queda ahí, advirtió el equipo de Díaz. Vidatox no sólo no cura a nadie, sino que “provoca y acelera metástasis debido al alto contenido de alcohol que contiene”.

En cambio, sostienen, la marca Escozul -“creada por científicos cubanos” supervisados ​​por Díaz- está disponible en más de 30 países, aunque “está en etapa de registro sanitario” para su comercialización. El sitio web de la empresa tiene varias secciones dedicadas a quienes creen en la eficacia de Vidatox con “información científica”.

La letra pequeña de la cronología de LifeSkojul deja claro el origen de la escisión: el grupo fue “fundado por científicos y médicos cubanos que habían trabajado en Labiofam y que decidieron no continuar cuando la dirección de Labiofam decidió comercializar un producto homeopático sin las características de un producto homeopático, veneno de escorpión azul presente, a ese producto lo llaman Vidatox 30CH.

El Estado cubano facilita la labor de Lifescozul y no castiga de ninguna manera sus actividades. La evidencia más contundente: la comercialización de tratamientos con veneno de alacrán azul proporcionados por extranjeros

¿Cómo es posible ese nivel de conflicto entre dos farmacéuticas pertenecientes al mismo sistema de salud estatal? ¿El Ministerio de Salud Pública castiga a Díaz y su equipo por vender un fármaco que compite con Vidatox, desarrollado en el mismo laboratorio que la publicitada vacuna cubana contra el coronavirus?

La respuesta es negativa: el Estado cubano facilita el trabajo de Lifescozul y no castiga de ninguna manera sus actividades. La evidencia más convincente: la comercialización de tratamientos con veneno de alacrán azul -que sólo se puede cazar en la isla- administrados a pacientes extranjeros, debería realizarse en hoteles e instalaciones hospitalarias administradas por el gobierno, como el Centro Internacional de Salud La Pradera. , fundada por Fidel Castro en 1996 y LifeScoJul tiene su sede en La Habana.

Si un paciente con cáncer quisiera ser tratado por Escozul en Cuba, tendría que pagar 1.200 dólares (posiblemente más, si tuviera que ir en “temporada alta” de turismo) y viajar a Cuba durante tres meses para recibir el tratamiento inicial. Los costos incluyen visas, seguros, alojamiento, transporte, comidas y “citas con el productor”. Si desea que el medicamento se envíe a su país, tendrá que pagar entre 80 y 110 dólares al mes durante la duración del tratamiento. Pero, aclaran, lo más recomendable es visitar la isla.

El imperio siguió creciendo, siempre bajo la “autoridad suprema” de Díaz. En 2018 también acordaron un convenio de investigación con la Universidad de Chile y la Universidad de Talca, también en ese país. En 2021 firmaron dos contratos con las empresas Pharmametrica y Research Pro en México. En 2022 cerraron un convenio con el Tecnológico de Monterrey para darle más importancia científica al trabajo de Escozul. La ambición de Díaz: obtener el registro sanitario del producto, lo que permitiría su venta autorizada en todo el mundo.

Los directivos de Labiofam en Las Tunas lanzaron este miércoles una cruzada para contener la “caza indiscriminada de alacranes azules”.

Sin embargo, han surgido nuevos obstáculos y el futuro de Escozul y Vidatox –que el gobierno cubano sigue vendiendo– está en peligro en su origen. Los directivos de Labiofam en Las Tunas lanzaron este miércoles una cruzada para contener “la caza indiscriminada del alacrán azul y el uso indebido de su veneno para tratamientos de salud”.

En la zona norte de la provincia, donde abundan los escorpiones, se realizó una reunión de emergencia con cazadores para “causarlos”. Labiofam les informó que los arácnidos son “parte de la cadena alimentaria con insectos y bichos en su dieta”, por lo que su extinción sería un problema para la fauna local.

Las discusiones a través de la conciencia no parecieron dar muchos resultados. Labiofam finalmente prometió “un sistema de pago para los cazadores”, “incluyéndolos en los recursos humanos de la empresa y garantizando así que la actividad sea segura”. Para elaborar vidatox en Las Tunas, señalaron, se deben cazar de 400 a 600 alacranes al año, que permanecen en cautiverio durante dos años, y luego -dicen- se “liberan” unos 14.000 cada año en todo el país.

A pesar de la “campaña” de Escozul, Labiofam sigue vendiendo su medicamento contra el cáncer y protestó en octubre de 2022 cuando Estados Unidos bloqueó la compra de alrededor de 50.000 frascos del medicamento -precio: 40,78 dólares cada uno- para “satisfacer la demanda potencial”. Para vidatox en ese país. Fueron dos millones de dólares que Cuba dejó de ganar por razones bien conocidas bloquear, La empresa afirmó haber denunciado una “campaña de desinformación que dificultó su registro y comercialización en algunos mercados”, aunque no se refirió a Escozul.

El consenso médico sobre ambos productos es claro: no está científicamente demostrado que el veneno de escorpión pueda curar el cáncer. El prestigioso Centro de Investigación del Cáncer Memorial Sloan Kettering -fundado en Estados Unidos en 1884- explicó que los beneficios atribuidos a Escozul o Vidatox “se basan principalmente en anécdotas, testimonios y experimentos que no han sido ejecutados adecuadamente”. Y agregó que “en Cuba, de donde son originarios estos productos, el gobierno rechazó el uso de Escozul en 2009 por falta de datos suficientes”.

Más allá de la polémica entre Vidatox y Escozul, el carísimo tratamiento, el número no revelado de muertes a causa de Labiofam o Lifescozul, la historia de los pacientes que creían en el veneno de alacrán es trágica y no puede estar llena de falsas esperanzas.

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