No había ninguna razón para pensar que sería bueno, después de todo, el desastre ocurrió antes de 2023. La crisis económica ya había dado señales claras de perdurar en Cuba, las familias desplazadas marcaron el derramamiento de sangre de huir a cualquier lugar, la retórica gubernamental mantuvo su compromiso con la continuidad y en las prisiones, cerca de mil presos políticos cumplían o esperaban sus sentencias. Juzguenlos. Nada indicaba que iba a ser un buen año, pero la esperanza siempre se aferra a las más mínimas señales
Después de doce meses de pruebas, fracasos y dificultades, éste sólo puede definirse como un tiempo más que los cubanos hemos pasado en el “limbo”. Las reformas económicas necesarias no llegaron, ni las protestas sociales contra la inflación y el creciente costo de la vida salieron a las calles. Si bien el partido gobernante se ha acercado a la Rusia de Vladimir Putin en su retórica y gestos, no ha hecho la vista gorda ante la administración estadounidense de Joe Biden. Los huevos cuestan más de 100 pesos la unidad en las calles de la isla, pero las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) llenan sus estantes con dulces, cerveza y pollo congelado a precios inaccesibles para la mayoría de la población.
Los sonidos de las protestas del 11 de julio de 2021 se apagaron con la represión y la salida del país de una buena parte de posibles manifestantes.
La represión de las protestas del 11 de julio de 2021 y los brotes posteriores se desvanecieron con la salida del país de una buena parte de los manifestantes. Las universidades esperaban a muchos estudiantes, con buenas notas, que dejaron de lado su sueño de obtener un diploma, prefiriendo esperar a un cambio interno o a que un avión se los llevara. Innumerables mujeres pospusieron el embarazo para esperar a que “las cosas mejoraran”, y entre los exiliados, hubo muchas que, tras viajes a la isla o conversaciones con sus familiares, pospusieron su calendario de regreso a la espera de “una nueva situación”.
Algo similar ha ocurrido en el ámbito del turismo. “Será mejor que vayamos a República Dominicana”, “Cancún sería más fácil”, dijeron miles de viajeros que planificaban vacaciones durante todo el año. El colapso financiero, la mala calidad del alojamiento cubano y la preocupación de verse atrapados en un brote popular hicieron que muchos optaran por otros destinos. Esto, sin embargo, no desanimó a los líderes cubanos, que continuaron construyendo hoteles de cuatro o cinco estrellas y rompiendo el perfil de La Habana con sus odiadas Torres K.
La agricultura también seguía siendo tierra de nadie en aquella época. El gigante estatal Akopio no fue enterrado ni los productores cumplieron los planes acordados para el suministro de leche, carne y piensos. Cualquiera que pudiera esforzarse menos lo hizo. Cualquiera que pueda robar más riqueza del Estado recurre a esa forma rápida y tradicional de llenarse los bolsillos. El peso cubano, porque no lo era, ni siquiera era la moneda de referencia. Con el dólar ganando casi 270 veces su tipo de cambio no oficial en diciembre, la moneda nacional no ha podido resistir el aluvión de devaluaciones, el colapso de los cajeros automáticos y la política monetaria fallida del banco central.
Una vez superada la pandemia de Covid-19, tampoco ayudó a las autoridades sanitarias recordar que la isla cuenta con varias vacunas propias contra el coronavirus -que no están validadas por la Organización Mundial de la Salud- para justificar la falta de medicamentos básicos en la red de salud. Farmacia del Estado. Hay millones de dosis de Abdala a la venta en otros países, pero faltan medicamentos para personas con hipertensión arterial, diabetes y quienes padecen infecciones que requieren antibióticos.
En esa región también se instaló la ley cubana de “ricos y pobres” que, al margen de las medidas tomadas por el nuevo código de familia, continuaba muda y sin poder ayudar a la ola de feminicidios que azota a la isla. Entre los niños abandonados por sus familias, que no pueden sustentarlos, se han hecho más visibles las madres que duermen en la calle con sus hijos y los enfermos crónicos que deben recurrir a las redes sociales para completar un tratamiento farmacéutico.
Nadie gana en 2023. El periodismo independiente perdió, dentro de Cuba, numerosas voces que emigraron durante estos meses
Nadie gana en 2023. El periodismo independiente ha perdido, dentro de Cuba, numerosas voces que han emigrado en estos meses, mientras los periódicos oficiales, frustrados, han publicado reiteradamente sus anuncios para puestos que pocos están interesados en cubrir. Condicionamiento por sus bajos salarios y razones ideológicas
La representación más completa de este limbo son los “preinmigrantes”, esos cubanos que han dejado su vida en pausa esperando salir de la isla. Nadie los cuenta en el número de éxodos masivos pero trabajan dentro del país. Si ya no viven allí. Ciertamente muchos no tienen ni la posibilidad ni los recursos para no tomar un avión. Pero el día que decidieron que ya no querían vivir aquí, ellos también iniciaron un proceso de disociación que los convirtió en seres surgidos de la nada.
Son ellos los que no se casan, no aceptan nuevos trabajos, no se comprometen con nadie, se niegan a seguir estudiando, no ven la televisión pública pero no tienen la libertad de elegir su propio horario de noticias. . No protestan para evitar represalias y trabajan con los privilegios que aprendieron cuando eran niños, para que sus visas, libertades condicionales o casos de asilo político en otros países no corran riesgo. Son los hijos del limbo que existe en Cuba. Esta es la expresión más completa de 2023 que ha terminado y amenaza con extenderse hasta 2024.
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